Humanidad

UNA BELLEZA QUEBRANTADA

Desde las neuronas a las nebulosas, desde el ADN hasta las distantes galaxias, estamos rodeados de maravillas. Sin embargo, la belleza está quebrantada.


LA CREACIÓN

Dios creó a nuestro mundo con creatividad brillante y tierno cuidado. Creó a la humanidad para que cuidara y se deleitara en el planeta, y para que el resto de la creación gozara de un equilibrio perfecto.

 

Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado por medio de las Escrituras un registro auténtico de su actividad creadora. El Señor hizo en seis días "los cielos y la tierra" y todo ser viviente que la habita, y reposó el séptimo día de la primera semana. De ese modo estableció el sábado como un monumento perpetuo de la finalización de su obra creadora. El primer hombre y la primera mujer fueron hechos a imagen de Dios como una corona de la creación; se les dio dominio sobre el mundo y la responsabilidad de cuidar de él. Cuando el mundo quedó terminado era "bueno en gran manera", porque declaraba la gloria de Dios (Génesis 1:2; Exodo 20:8-11; Salmos 19:1-6; 33:6, 9; 104; Hebreos 11:3).


LA NATURALEZA DEL HOMBRE

Aunque moldeado a la imagen de Dios, el ser humano, ahora quebrantado por el pecado, necesitó de un Salvador perfecto para experimentar la reconciliación. El Espíritu restaura el reflejo de Dios en nosotros para que Dios pueda obrar por nuestro medio.

 

El hombre y la mujer fueron hechos a imagen de Dios, con individualidad propia y con la facultad y la libertad de pensar y obrar por su cuenta. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu que depende de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de éI y cayeron de la elevada posición que ocupaban bajo el gobierno de Dios. La imagen de Dios se desfiguró en ellos y quedaron sujetos a la muerte. Sus descendientes participan de esta naturaleza degradada y de sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias hacia el mal. Pero Dios, en Cristo, reconcilió al mundo consigo mismo, y por medio de su Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de so Hacedor. Creados para gloria de Dios, se los invita a amar al Señor y a amarse mutuamente, y a cuidar el ambiente que los rodea (Génesis 1:26-28; 2:7; Salmos 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmos 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19-20; Salmos 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15).